Entretejer las Rosas desobedientes

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[Original in English here.] Por Nevin Siders V.
31 de mayo, 2017 — Links International Journal of Socialist Renewal — Cuando me propuse elaborar este ensayo me imaginé que fuera una meta sencilla pero, como el lector verá, resultó que implicaba entretejer hilos diversos, por lo que consumía más tiempo de lo previsto. Pero siento que el resultado hizo valer el esfuerzo, abriendo un tantito territorio nuevo para el socialismo. El ensayo abre con rescatar una de las más duraderas posturas de Rosa Luxemburgo, y conjugarla con un tema que (al conocimiento de este autor) no se ha asociado con esta gigante del pensamiento socialista: la desobediencia civil. Se honra en el título a Rosa Parks en homenaje a su representación por excelencia de la práctica de la desobediencia civil en la manera que Gandhi y King hijo la sostuvieron; es la otra “rosa” a que se dedica esta monografía. Otra rosa desobediente a reconocerse es Sandra Harris por revisar el ensayo y aportar la sugerencia de abarcar la “moralidad de clase”. Una Rosa desobediente: ¿Por qué se mueven las masas? El presente ensayo abre con una reflexión en torno a la siguiente frase célebre de Rosa Luxemburgo.
No puede negarse que la causa directa que lleva a las masas populares al movimiento socialista es precisamente el modo de distribución “injusto” que caracteriza al capitalismo. Cuando la socialdemocracia lucha por la socialización del conjunto de la economía, aspira con ello a una distribución “justa” de la riqueza social. (Luxemburgo 1900)
Esta frase y el folleto en que apareció, Reforma o revolución, han servido como faros para sociodemócratas, socialistas y comunistas por más de un siglo. Aun así, queda mucho por decir sobre cómo traducirla en luchas vivientes y sus consecuencias. Ya que mucho ha pasado en estos casi 120 años, experiencia sobre la cual se puede y debe reflexionar en pos de enriquecer su significado y extender su impacto. Reforma o revolución fue una polémica en contra de los planteamientos del señor Bernstein, un líder del SPD en aquellas épocas que, en el nombre del socialismo, postuló por conseguir las reformas más tibias de la manera más paulatina posible. A título de realismo de conseguir lo factible en un momento dado, no es incorrecto, como Luxemburgo reconocía varias veces en el libro y también Lenin cuando afirmó que los comunistas luchan por reformas. El problema con el bernsteinismo radica en lo que se dice cínicamente sobre los “mínimos”: instantáneamente se convierten en “máximos”. A Luxemburgo sólo le faltaba acusarle de un “mañanismo” tan extremo como para hacer desvanecer las metas más allá de cualquier horizonte. En el extracto líneas arriba que inspiró el presente ensayo, Luxemburgo reconocía un punto de coincidencia con Bernstein en que existen momentos cuando las masas se levantan en autodefensa de sus más elementales necesidades por sobrevivir. Pero el resto del extracto delinea la divergencia sobre cuál es la meta final y cómo conseguirla. Si la conjetura tuviese validez, los las masas estarían en movimiento agitada permanente, como fue en el periodo posterior a la Revolución Mexicana, y no sólo excepcionalmente desde hace más de medio siglo. La tendencia permanente a reducir las ganancias impulsa al capital a una inequidad en la distribución cada vez mayor en detrimento a la misma mano de obra que la produce. El resultante estallamiento habría chispado hace milenios (desde antes del feudalismo). Y los Bernstein del mundo habrían quedado como una minoría solitaria, en lugar de predominar en lo que pasa por ser “la izquierda”: sea Sanders en los EE.UU. o López Obrador en México. Sobre decir que semejante fenómeno no se ha dado; las explosiones sociales son precisamente excepcionales, como el ’68 mexicano o francés. Las masas ciertamente se ponen en acción por la indignidad distributiva; no hay nadie que no se indigna por la desgracia de Trump, Slim y Azcárraga. Pero no salen a la calle, todavía. Sino, se movilizan sobre la injusticia moral: en el mismo ’68 en los EE.UU. por el martirio de King hijo, en enero de ’95 se detuvo la ocupación militar de Chiapas, la autoinmolación en del monje Túnez en 2011, los 43 normalistas. También se sigue recordando que el 2 de octubre no se olvida aun entre quienes no estuvieron. La suposición entre socialistas que a las masas les arde entrar en acción surgió en las primeras olas del movimiento laboral en los 1830, y se levantó como bandera en las olas de los 1860 y después de la Primera Guerra Mundial. En esas crestas el hambre reinaba y hubo hambruna en vastas regiones, por lo que era razonable y factible recurrir a la acción de masas. No obstante, en los demás periodos de los últimos dos siglos imperaba la guerra de clases sigiloso, las más veces oculta incluso a los mismos proletarios que ardían con la mezquindad de su propio jefe pero que la creían único a su fuente de trabajo, escuela o proyecto de bienestar. Por eso es tan conmovedor la respuesta que Malcolm X dio a una pregunta de un periodista afirmando que las masas oprimidas están bien conscientes de su suerte, pero mientras la aceptan no se rebelan. Afirmaba que veía su rol como artificie para ayudar a la gente a comprender su humanidad y, por ende, no merecen semejante trato. Distancia Por más de un siglo los dirigentes de todos los sabores y colores del socialismo han desdeñado a los promotores de la desobediencia civil, junto con todas sus diversas justificaciones morales. Pero la OPT, en su Congreso de 2014, abrió una oportunidad para conformar un espacio de reencuentro entre estos movimientos infelizmente distanciados. Desde mi lado —el socialista— los liderazgos de los diversos hilos (trotskista, estalinista, maoísta, socialdemócrata…) tendieron a dar la espalda a los defensores de la desobediencia civil debido a su supuesta falta de consciencia de clase y las resultantes tácticas individualistas que sustentan en un supuesto “moralismo” inocente. Pero esta desestimación de repente desaparecía en los talleres los días previos a las movilizaciones cuando repentinamente se les pusieron muy atentos a sus recomendaciones sabias, tanto tácticas como legales. Ojalá no erre cuando represente la postura de los animadores de la desobediencia civil esta expresión de coraje moral es precisamente lo que constituye su fuerza principal, independiente del análisis social que uno puede pretender. Los que he tenido el gusto de conocer sí reclaman contar con una aguda consciencia de clase, y los demás tienden a provenir del Trabajador Católico. De todas maneras buscan abrirse a otros inconformes y hallar alguna forma conjunta a canalizarlo en algo poderoso: palabras bastantes afines al sustento teórico para la frente única propuesta por el Cuarto Congreso de la Komintern (ver Riddell, 2012). La honradez y ética de las y los partidarios de la desobediencia civil es loable, en tanto que siempre ponen el énfasis en que sólo deben participar las personas que aceptan las potenciales consecuencias de sus acciones, lo que representa la proverbial “terreno moral superior”, aplicada a las y los rebeldes autogestivos. Adicionalmente, es llamativo el resurgimiento de citaciones que se hacen en los últimos años a la obra de Luxemburgo en artículos analíticos de la izquierda. Hay un aumento en la última década en las y los autores que recuerden y revindican sus pensamientos y posturas. Necesidad para un acercamiento La necesidad por reunir estos movimientos que a primera vista serán dispares surja de la encrucijada en que la izquierda se quedó atorada desde décadas, hecho que motivó al delegado a proponer una enmienda aclaratoria sobre este tema en el último Congreso Extraordinario de la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores. La propuesta, aceptada sin discusión, afirma que la no violencia y desobediencia civil opeteña es el tipo impulsado por Gandhi y King hijo. Debido a la falta de debate sobre este punto, el autor queda con la duda de si se debe aclararlo, ya que en el concepto de desobediencia civil existen las más diversas variantes, además de las más diversas mitologías que se han tejidos sobre estos personajes ilustres.
Nuestro proyecto de nación constituye una concepción estratégica del cambio político en nuestro país, concepción que se concretiza en la resistencia al poder ilegítimo mediante los métodos de la desobediencia civil, la movilización popular y el protagonismo social en todos los ámbitos de la vida pública, estrategia del cambio político que contempla un proceso ascendente de la organización del pueblo. (Proyecto Político de la OPT, 2014, p. 4, cierre del prefacio)
El anterior extracto dejó a este delegado ansioso por dilucidar cuáles son estos métodos y porqué son exitosos. Considerando qué tan amplio es la gama de posturas entre los protagonistas de la desobediencia civil entre las filas de la OPT este delegado presentó una enmienda a este párrafo en el Proyecto pero, considerando que la enmienda fue aceptada sin ninguna discusión, es preciso abrir un espacio para dialogar sobre este concepto. En el discurso recién publicado de King hijo (1964) tenemos la postura moral encarnada en un enfoque que orienta sobre lo que se debe hacer. Sin embargo, los únicos métodos que se conocen son los que se mostraron con el ejemplo. En otras palabras, King hijo, Gandhi, Rosa Parks y Cesar Chávez no dejaron ningún inventario o enciclopedia. Pacifismo y la no violencia no son sinónimos Nadie pensará que Luxemburgo fuera “pacifista” en el sentido de despojarse de armas, y el autor de estas líneas tampoco aboga por autodefensa desarmada por siempre y en toda circunstancia. Iniciamos en ensayo con este prefacio aclaratorio que este tipo de pacifismo, donde el desarmado predica por desarmamiento, se basa en la ética de predicar con el ejemplo, postura que es sumamente loable —pero hasta allí—. Su limitación llega se evidencia tan pronto las masas oprimidas se levantan, porque el opresor es armado y violento.
* Ésta es la parte en que King hijo se equivocó, en suponer que se puede avergonzarle al opresor. Si eso fuera cierto, la sociedad jamás se habría dividido en clases. Si fuera posible avergonzar al opresor para que dejara su violencia, las sociedades de clase jamás habrían surgidos.
* Además, hay que siempre tener presente que el explotador y el opresor no son la misma persona. En su versión del capitalismo, el explotador es el trillonario que vive en una isla esplendorosa caribeño, mientras el opresor es un lumpen medio muerto de hambre reclutado directo de la cárcel y que pasó por una “iniciación” o “novatillo” violento y exquisitamente humillante. Está ampliamente documentado en la psicología que los opresores y sus colaboradores (conscientes e inconscientes) elaboran aparatos justificadores o evasivos.
A la persona burgués se le puede persuadir que la conducta violenta es inmoral e improductiva, y de postre no cuesta trabajo convencerlo porque jamás lo vea. El policía, al contrario, vive inmerso en un ambiente violento dentro y afuera de su corporación, por lo que tratar de convencerle que la violencia no es ni justa ni producente es hablar en lo utópico. Contestará con un “qué bonito” y, ciertamente, no lo quiere para uno mismo. Entonces el pacifismo del desarmamiento categórico no es la línea de argumentación que las y los lectores encontrarán en el presente ensayo, sino una reflexión con matices tanto a nivel estratégico como táctico. Lo que se levanta son los argumentos a favor de no violencia de Gandhi, mismos que King hijo y muchos otros proclaman y defienden. ¿Qué es la desobediencia civil? La “no violencia” de Gandhi y King hijo no es sinónimo del “pacifismo” de privarse de protección. Es atinado el nombre de “desobediencia”: se pretende no obedecer a una autoridad de forma consciente y premeditada. La descripción completa que Gandhi le bautizó es la “protesta no violenta y de acción directa”, ya que es “proactiva” en el sentido de tomar la ofensiva desde lo defensivo, en la manera de recoja las aparentes deficiencias o debilidades para darles un giro que las transforman en fortalezas. Entre los ejemplos más conocidos fue la Marcha del Sal cuando indios de todas las castas rompieron las leyes británicas, yendo a la costa para producir sal de mar. “La función de la resistencia civil es de provocar una respuesta. Y seguiremos provocando hasta que den una respuesta o cambien la ley. No tienen el mando; lo tenemos nosotros. Esa es la fuerza de la resistencia civil.” (Diálogo de la película biográfica minutos 0:44-1:01.) (Nada irónico que había que ir en contra del imperialismo para hacer cosas ambientales con recursos naturales y nacionales.) Sus biógrafos reportan que Gandhi tuvo a Henry David Thoreau de cabecera. (original, 1849) Estos escritos le ayudaron en sustentar un argumento meramente moral que justificaba lo que llamaríamos una resistencia individual, además de escapista. (Solís Muñoz, 2011) Empero no argumentó porqué funciona ni tampoco cómo se podrá efectuar un cambio en el explotador, y menos en la sociedad en general: bastaba que lo pudiera ejercitar por un par de años como semi-ermitaño. Le tocaba a King explicar por qué la desobediencia civil funciona y cómo se podrá efectuar un cambio en el opresor o más general en la sociedad. Fue el argumento que hallado en la conferencia recién publicada que dio en Londres en camino a Noruega para recibir el Premio Nobel por la Paz. Completó allí su precepto que avergonzar al opresor de manera que evidencia su hipocresía le convencerá a desistir semejante conductas hostiles. Respuestas defensivas Ha habido incontables protagonistas de este tipo de “no violencia”, se enaltecen como ejemplos a los personajes como César Chávez y Eugene Debs en este ensayo porque los movimientos que encabezaron estremecieron imperios. La desobediencia de Rosa Parks tampoco fue intuitiva o impetuosa, sino fue planeada y organizada en su ciudad. Previamente se había elaborado todo el programa de difusión y denuncia de su arresto y la campaña de su defensa legal y movilización de las masas. Cuando se destapan los archivos treinta o cuarenta años después, las más veces se revelan que los opresores gastan horas, días y hasta semanas en el intento de arrinconar al otro y obligarle a dar el primer golpe. El ejemplo sobresaliente fue en el Puerto de la Perla, donde el imperio más grande estaba dispuesto a sacrificar miles de vidas e incontables miles de millones de dólares de sus más preciados equipos de guerra con el propósito de encauzar a su enemigo a dar el primer tiro. La táctica les servía y culminó cuando los EE.UU. usó el arma de destrucción masiva mayor de todos los tiempos: la bomba nuclear. La desobediencia civil pretende arrebatar esta táctica de convertir la víctima en el culpable —que es su arma más poderosa—, y girarla para puntear el cañón contra ellos. No pretende hacer planes en secreto y aventar bombas desde atrás de las filas policiacas (como en Chicago en 1877), sino se pasa al frente en plena luz de día para verles en el ojo. La protesta no violenta y de acción directa no es una simple táctica de conveniencia, sino una estrategia completa de hacer —antes los ojos del mundo— el criminal el culpable (invirtiendo la frase de Malcolm X). En Sudáfrica, la India y los EE.UU., el movimiento que Gandhi encabezó reveló frente a todo el mundo quiénes fueron los verdaderos opresores violentos. A los EE.UU. se les pusieron en el mero escenario mundial frente la UNO. Las dictaduras en Vietnam, China, Cuba, Nicaragua, Granada e Irán colapsaron cuando se hizo manifiesto que no pudieron cumplir sus promesas bravas. En el mismo sentido, en México en enero de 1995 se detuvo al ejército su ocupación de Chiapas cuando medio millón de personas llenaron Paseo de la Reforma, lo que hizo patente a todo el planeta Tierra que el gobierno no tiene ni una migaja de legitimidad y que la población entera es consciente que éste es la fuente de injusticia y violencia. Es prudente señalar que estos momentos de vuelta de hoja representan la transición que Gramsci teorizó cuando la báscula de la historia cambia de cuál lado tiene el mayor peso y la “guerra de posición” pasa a la “guerra de maniobra”. Se debe hacer otra clarificación sobre la tipología gramsciana de las guerras de clase: la distinción entre guerra de posición y guerra de maniobra es independiente de distinción entre armado y desarmado. Me refiero a que la intuición supondría que la guerra de posición es desarmada y la guerra de maniobra es la fase armada y la transición hacia ella. Semejante suposición tiene, indudablemente, la razón en la mayor parte de lugares y tiempos; no obstante las excepciones son bastantes numerosas como para ponerlas al margen. La fase de posición puede ser armada, como demostró el Ejército de los Pobres por una década, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional por un cuarto de siglo y el Ejército Republicano Irlandés por siglos. Al inverso, la India conquistó su independencia y Sudáfrica abolió el apartheid con organizaciones armadas pequeñísimas. Y aún al mero día de insurrección en Rusia, Nicaragua y Granada las masas que tomaron las calles no tenían más que herramientas caseras. En enero de 1995 a NADIE se le ocurrió proponer organizar una defensa armada del medio millón —a pesar del antecedente de Tlatelolco y tantas otras masacres—. Rosas contemporáneas Esta línea de pensamiento se dirige a prestar mayor atención a otro aspecto de los eventos rebeldes y revolucionarios. Además de las revoluciones de liberación nacional mencionadas, las demás tienen un carácter defensivo: el Ejército de los Pobres (según Silva Nogales, 2015), los ejércitos de la Convención liberaron el Distrito Federal y casi todo Morelos (como la describa Womack, 1969) y establecieron una comuna en Morelos por casi un año, los indignados españoles, la Primavera Árabe, y hasta las comunas chavistas reclaman retomar lo suyo —como las describa Ciccariello-Maher, 2016, p. 148—. Pero que se quede claro que una postura defensiva no debe con una pasiva o, confusión peor, una que abstiene de conquistar territorio en la manera que el EZLN (¿y las autodefensas michoacanas?) tiene territorios libres y se esfuerza a construir rincones de una sociedad nueva. A este tenor los movimientos Ocupar e Indignados se llamaron precisamente así: liberar espacios públicos para —irónicamente— construir espacios de debate público. La Asociación Nacional de Usuarios de Energía Eléctrica se convirtió en un espacio para que vecinos se conozcan y planean de forma conjunta. Y el movimiento por los derechos civiles de nuestra Rosa desobediente Parks libraba todos los Estados Unidos para los derechos humanos, sobre todo los estados segregacionistas del Sur. Lo que se debe deducir de estos ejemplos es que, cuando las masas empiezan a reconquistar lo suyo, se aplica la resistencia consciente exactamente como Ciccariello-Maher (2016: 148) describa las comunas para combatir pobreza en Venezuela: “No es la ley quien le da a la Comuna revolucionaria permiso de entrada a la historia”. El hecho de que su causa de combatir la pobreza es justa y noble conforma suficiente fundamento legal. También, la expulsión de la base Manta de Ecuador en el 2008 y la Administración para el Control de Drogas (DEA) de Bolivia ese mismo año representan acciones que recobran la independencia entregada por el neoliberalismo —ejemplos que sirven a México y su petróleo, maíz, plata, etc.— En los últimos dos años en las entrañas de la bestia, el movimiento de Black Lives Matters y el bloqueo de trenes cargados con combustibles fósiles (2016) den continuidad a esta sumamente honorable tradición de rectitud moral. Todos estos e incontables otros —sobre todo los del sexo oprimido y los pueblos autóctonos— en su conjunto luchan en defensa de la humanidad y nuestra vida terráquea en contra de la depredación, como puntea de forma tan elocuente la Resolución opeteña del 2016. La rosa desobediente Luxemburgo, la par con casi todas y todos los analistas rebeldes, expuso sobre cómo las masas entran al escenario de la historia, pero también se debe indagar sobre porqué se retiran, ya que esto sucede con tanta frecuencia y tanta rapidez. Tiene mucho que ver con que las masas expresan su coraje por muchas maneras y medios, mientras creen que exista una posibilidad de resolución. Un caso típico son las movilizaciones sobre los 43 desaparecidos. En la primera semana hubo una furia expresada desde todos los niveles demográficos. Pero para la segunda o tercera semana, cuando se añadió la reivindicación que se presentan “con vida”, las masas se desanimaron porque ya no era concebible que estuvieron vivos. En pos de franqueza y claridad, cuando se dirige a problemáticas como el tema del presente artículo, es preciso hacer la afirmación inversa, con la finalidad de prevenir la mala interpretación. En una palabra, el socialismo no está contrapuesto a la defensa armada. De hecho obligatoriamente dos piedras de toque para toda la izquierda latinoamericana son las Revoluciones Cubana y Mexicana. Lo que el socialismo debe reconocer es que la defensa armada es una táctica, que es circunstancial, no es una estrategia independiente del contexto y coyuntura. Dentro de un contexto de un estado de violencia, como los encabezados por Bautista, Díaz y su sucesor Huerta, sin olvidar Pinochet o Stroessner, la única opción es la defensa armada que pretende pasar a la ofensiva. El Congreso Nacional Africano expuso con elocuencia esta coyuntura cuando fundamentó la Carta de Libertad, explicando detallada y sistemáticamente como cada instancia se había agotada antes de tomar las armas y funda la Lanza de la Nación: “todo camino legal y pacífica estaba cerrado”. La desobediencia civil como estrategia moral Lo que es estrategia es la desobediencia civil, porque ésta fomenta la guerra de posición gramsciana, tal y como declara el Proyecto Político de la OPT propuso en 2016.
El proyecto de nación que propugnamos forma parte de una concepción estratégica de la lucha social en el que la movilización independiente y unitaria y la desobediencia civil se erigen en poder popular y en democracia directa ante el deterioro de la legitimidad capitalista y el autoritarismo de su Estado. (Proyecto Político de la OPT, 2014, p. 4 cierre del prefacio)
Tanto este extracto como el que se citó arriba suponen que la solidaridad es instintiva entre nuestra especie humana. Los ejemplos señalados a lo largo del ensayo suponen una solidaridad humana instintiva, o lo fomenten en el supuesto que la solidaridad humana ya no es instintiva. Los párrafos de Luxemburgo y King hijo son igualmente fundadas en la una solidaridad humana instintiva. Las y los lectores pueden con facilidad imaginar incontables otros, porque si no fuera así no tendrán interés en este tracto. La humanidad es el último tema a enfrentar en esta monografía. ¿Qué nos hace humano? Las y los que subscribamos a las teorías sociales de la humanidad, tomamos como punto de partida la externalización de las funciones. La digestión se ha separado parcialmente del cuerpo: ¿A quién no le fascina la cocina? La comunicación se movió más allá de los límites del cuerpo a través de señas, marcaciones y escritura. El pensamiento superó las fronteras del cerebro para radicarse en marcadores de propiedad, bibliotecas y artilugios para computación. Las herramientas para fabricar herramientas requieren una sociedad compleja, y vice versa. (Véase la obra del psicólogo Vigotski.) La proverbial viga en el ojo propio entre los burgueses y sus familiares de la casta de descanso es su propia actitud aristocrática, porque representa un rechazo franco de su humanidad: desdeñan el uso de herramientas. Como se ha señalado a lo largo de la historia socialista y anarquista: no se debe llamarles “productores” e “industrialistas” porque ellos no trabajan, no usan herramientas para crear la riqueza. Ellos vean el uso de herramientas como propio de las masas que laboran, ¡y nosotros debemos atesorar y celebrar esa afirmación de nuestra humanidad! Ese segundo capítulo del Manifiesto Comunista debe refrescarse para denunciar a diario la hipocresía burguesa. Nuestro movimiento tiene que conquistar el proverbial terreno moral superior. En el espíritu rebelde de las rosas desobedientes, la historia entonces deja patente que la izquierda debe elaborar un discurso de la moralidad, en aras de abstener a luchar por este terreno en contra de la derecha reaccionaria y profundamente inmoral. Éste es el camino para inquietar las masas. El acto trascendental de la desobediencia civil es el paro general, acontecimiento que representa un ensayo preparativo para el levantamiento, según Rosa Luxemburgo.